lunes, 26 de diciembre de 2011

MAS DETALLES DE LA HISTIA DE ROSENDO MENDOZA ANIMA DE TAGUAPIRE

CULTO AL ÁNIMA DEL TAGUAPIRE EN ORITUCO

Carlos A. López Garcés
Cronista de Altagracia de Orituco

Municipio José Tadeo Monagas

Estado Guárico

1.- Un alias místico
La denominación Ánima del Taguapire está reservada en Orituco para identificar el alma de Rosendo Mendoza y el sitio donde éste falleció, a la sombra de un taguapire (de donde proviene el nombre), ubicado a dos kilómetros y medio al sur de San Rafael de Orituco, en la vía hacia Taguay, estado Aragua. Esta denominación fue acuñada por el señor Agustín Sosa, apenas a una semana de haber fallecido Rosendo Mendoza, desde cuando, arrodillado y con mucha fe, invocó su espíritu con aquel nombre de origen indígena, solicitándole ayuda para conseguir un burro que se le había extraviado; la petición le fue concedida a poco rato de haberla hecho y desde entonces se supo que aquella ánima era milagrosa.
2.- ¿Quién fue Rosendo Mendoza?
Las informaciones acerca de Rosendo Mendoza son escasas. Las más difundidas y aceptadas por los devotos, desde la octava década del siglo XX, son las aportadas por don Agustín Sosa, quien, por haberlo conocido personalmente, lo describió como un hombre viejo, de aspecto campesino, humilde, de figura muy delgada, estatura baja, piel oscura, cabello ensortijado, etcétera, quien, procedente de un lugar llamado El Criollo (sito en las montañas donde convergen los estados Aragua, Miranda y Guárico), llegó a pie a la casa de don Agustín Sosa en Las Guabinas, estado Aragua, al atardecer de un día que el informante no recordaba con exactitud. Rosendo Mendoza estaba muy afectado por una diarrea severa que llamaban colerín e insistía en continuar el viaje hacia Altagracia de Orituco, distante treinta y cinco kilómetros de allí, por lo que don Agustín lo convenció para hacerlo en burro al amanecer del día siguiente, como en efecto lo hicieron, acompañados por don Juan Agustín Freites, quien era el Comisario de El Pegón, lugar vecino a Las Guabinas.
El enfermo se agravó poco antes de llegar a San Rafael de Orituco, cuando habían recorrido veintiocho kilómetros, aproximadamente, y “el sol se había cambiado hacia el poniente”; aquel hombre estaba exhausto; fue necesario dejarlo a la sombra de un taguapire, en compañía del señor Freites, mientras don Agustín Sosa iba a San Rafael a buscar auxilio de don Natividad Arocha, un vecino comerciante de San Rafael de Orituco, nacido en 1884, quien había formado familia en esa población; cuando ambos regresaron con la ayuda ya el enfermo había fallecido, por lo que optaron por trasladar el cadáver al Cementerio General de San Rafael de Orituco, donde lo velaron esa noche y lo enterraron al día siguiente
Por otra parte, la doctora Angelina Pollak-Eltz, antropóloga austriaco-venezolana, en su libro Las ánimas milagrosas en Venezuela, editado por la Fundación Bigott (Caracas, 1989, p. 38), escribió lo siguiente:
“Rosendo Mendoza, otra ánima de Taguapire, murió en 1926. Cuenta la leyenda que era un campesino analfabeta que tenía profundos conocimientos de hierbas curativas. Como curandero tenía fama más allá de su pueblo. Era buen cristiano también que siempre fue a la misa en San Rafael. Murió en el camino hacia el pueblo, cuando quería visitar al cura. Luego fue enterrado debajo del taguapire…”
Estas informaciones son muy respetables, porque habrían sido el resultado de la recopilación de datos sobre un personaje legendario, cuyas fuentes no fueron reveladas por la autora; sin embargo, motivan a continuar la investigación acerca de Rosendo Mendoza y del carácter milagroso de su alma.
3.- Un culto en crecimiento
La devoción por el Ánima del Taguapire había quedado circunscrita a ciertos creyentes de San Rafael de Orituco, de localidades aledañas y de pueblos circunvecinos, hasta la octava década del siglo XX, cuando comenzó a divulgarse con más empeño la versión de don Agustín Sosa. Esto contribuyó a la expansión paulatina de la creencia en la milagrosidad de aquel espíritu, tanto que se afianzó en la consciencia de los devotos, cuyo número aumenta cada día. Los comentarios siguientes sustentan estas afirmaciones:
3-1.- Una cruz y tres santuarios pequeños
A semejanza de lo que ocurría en otros lugares venezolanos con las “ánimas de los caminos”, aún en el transcurso del siglo XX, en el sitio donde falleció Rosendo Mendoza fue colocada una cruz pequeña de madera, con su debida identificación, al pie de la cual se fue formando un promontorio de piedras pequeñas, con las que los creyentes recogían en el mismo camino al pasar frente a ella, para tirárselas con suavidad y depositarlas allí como gesto de veneración por el alma de un difunto desconocido, cuya muerte conmovió a ciertos pobladores de San Rafael de Orituco, tanto que percibieron sus dotes milagrosos, por lo que acudían a sus favores en casos de adversidades, lo cual motivaba visitas frecuentes al sitio para rezarle, encenderle velas, depositarle flores, dejarle limosnas o algún otro gesto de veneración para solicitarle ayuda o agradecerle por la recibida.
Don Natividad Arocha, el mismo con quien don Agustín Sosa consiguió ayuda en San Rafael de Orituco para atenderle a Rosendo Mendoza (lo que resultó frustrante), fue durante varios años el encargado de conservar en buen estado el lugar donde falleció aquel personaje místico, al cual asistían los deudos a pagar sus promesas. Algunas personas mencionan a don Natividad Arocha como el “fundador” de esa ánima; él optó por construirle una pequeña ermita, de paredes de bahareque y techo de teja, la cual se quemó, lamentablemente; es considerada como la primera capilla construida allí. El propio señor Arocha optó por edificar un segundo santuario de paredes de bloque y techo de teja, un tanto más grande que el anterior, de cuyo mantenimiento estuvo encargado posteriormente el señor Carmelo Montezuma, quien era sacristán de la iglesia parroquial de San Rafael de Orituco. Este segundo santuario no resistió los embates del abandono ni los del latrocinio. En ese mismo sitio fabricaron una tercera capilla pequeña, reformada y ampliada, de paredes de bloque y techo de platabanda, cuyas medidas pueden ser estimadas en dos metros de largo, metro y medio de ancho y dos metros de altura, la cual fue inaugurada el 24 de julio de 1986, con actos religiosos que incluyeron una peregrinación desde San Rafael de Orituco hasta este oratorio recién remodelado, el cual fue destruido a pocos meses de su inauguración, como consecuencia de la quema de un potrero cercano.
3-2.- Un oratorio nuevo
Una cuarta capilla fue construida en el mismo lugar donde estuvieron las tres anteriores, por solicitud del propio Rosendo Mendoza, según le confesó la maestra jubilada Magdalena Berroterán de Padrón al autor de estas notas, en conversación sostenida en horas de la mañana del día sábado 22 de agosto de 2008, en el sitio del Ánima del Taguapire, a propósito de una visita común.
La señora Magdalena Berroterán de Padrón afirmó que el insomnio la agobiaba la noche del 28 de diciembre de 1986, cuando de pronto, a eso de las cinco de la mañana, observó, junto a su cama, la imagen de Rosendo Mendoza como suspendido en el aire y diciéndole tres veces la palabra capilla. Ella, asombrada, decidió irse al baño para rezarle; dedujo que Rosendo Mendoza le solicitaba la construcción de una nueva capilla, lo que habría sido un compromiso del señor Teodoro Berroterán, propietario de las tierras donde murió Rosendo Mendoza y padre de la señora Magdalena, por lo que ella asumió aquel compromiso hasta cumplirlo satisfactoriamente, con la colaboración de numerosos devotos.
Este nuevo santuario fue inaugurado el 24 de julo de 1987; está orientado del noroeste al sureste. Sus principales características externas son: mide aproximadamente diez metros de largo, seis metros de ancho y tres metros de altura; paredes de bloque y frisadas; techo de platabanda sin frisar; piso de terracota; ventana con bloques de ventilación en el extremo superior sur de la pared este y en el de la oeste; una puerta grande que sirve de entrada por el lado sur que es su frente, la cual es cerrada con una reja metálica. Su interior está dividido en dos partes iguales por una reja de metal, extendida del piso al techo: la primera está inmediata a la entrada y corresponde a la sección de candelabros; la segunda equivale a la mitad más distante de la entrada, donde son colocados preferiblemente los testimonios de agradecimiento por los beneficios concedidos. En la segunda sección resalta un simulacro marmóreo de la sepultura de Rosendo Mendoza, en cuya lápida está gravado el año 1920 como data de su deceso; fue construido en marzo de 1988 como recuerdo de sus devotos y está ubicado longitudinalmente en el piso, contiguo a la porción media inferior de la pared norte que sirve de fondo; en el centro de esta pared destaca un mural de la figura del Anima del Taguapire, de 80 X 90 cm, pintado al óleo por Joaquín Hernández Reverón en 1987 y restaurado por él mismo en septiembre de 2004. El oratorio tiene una acera perimetral de un metro y veinte centímetros de ancho, seguida por una reja metálica de algo más de un metro de altura máxima aproximada, que la circunda por los cuatro lados, con un espacio libre por el sur que facilita el acceso al santuario.
El taguapire (Pithecellobium unguis-cati) donde acampó Rosendo Mendoza desapareció y no ha sido posible lograr la plantación exitosa de otro en ese sitio, pues los intentos han fracasado al secarse el nuevo taguapire recién sembrado. Sin embargo, la capilla es un lugar de referencia para los creyentes, quienes acuden allí a ratificar su fe en ese espíritu milagroso y/o agradecerle los favores recibidos por medio de oraciones, velas, flores, placas, diplomas, medallas, fotografías, ropas, sombreros, imágenes talladas en madera, gravados, cuadros, limosnas, etcétera., con lo que se particulariza concretamente la devoción por esta divinidad popular. Al parecer, el santuario es utilizado también para prácticas de curanderismo, mediante la invocación del espíritu de Rosendo Mendoza en sesiones mágico-medicinales, según lo indican comentarios que circulan entre pobladores orituqueños y restos de tabaco y perfumes encontrados in situ.
3-3.- Un gesto de tolerancia
En la página 10 del periódico El Guariqueño, que circuló en Altagracia de Orituco en la segunda quincena de abril de 1988, dirigido por Pedro Luis Pérez Guevara, fue publicada una nota reveladora de la tolerancia cultural de un representante del catolicismo en Orituco, con respecto a la devoción popular por el ánima de Rosendo Mendoza. La nota dice así:
“El pasado viernes santo [1º de abril] a las 10 de la mañana, fue bendecido el altar de la Capilla del Ánima de Taguapire con la celebración de una misa a cargo del presbítero Leopoldo Loaiza, párroco de San José Obrero [en Altagracia de Orituco]. Más de 160 personas compartieron la homilía donde se exhortó a los presente[s] a tener fe en las ánimas, sólo que se debe tener muy presente que nuestro centro principal debe ser Cristo; es por ese motivo que en ese día muy hermoso se celebró la santa misa para pedir a Cristo y al ánima de Rosendo Mendoza (Taguapire) que intercediera por todas nuestras necesidades”.
3-4.- Un rezo para la fe
El Ánima del Taguapire, aún en la novena década del siglo XX, carecía de una oración específica, que sirviera a los devotos para invocarla a ella directamente, como sucedía con otras ánimas milagrosas de los caminos. La maestra gracitana Eva Colmenares resolvió esa carencia, cuando redactó la oración al ánima de Rosendo Mendoza en los siguientes términos:
“Tú, que después de sufrir y pasar calamidades moriste desamparado al pie de aquel taguapire, apareciste de nuevo, haciendo muchos milagros y dando consuelo a las almas de muchos necesitados. Te pido infinitamente que ilumines mi camino, que encuentre la solución para cada adversidad.
Rosendo Mendoza: haz que cada instante de mi vida, por difícil que sea, tenga solución; en especial el que ahora te presento (se hace la petición).
Espero tu gracia y tu iluminación para estar en paz espiritual y materialmente y para la gloria tuya. Amén. (Se rezan tres Padre Nuestro y tres Ave María por el descanso de su alma)”.
3-5.- La fisonomía del personaje
La imagen de Rosendo Mendoza todavía era desconocida por la generalidad de sus devotos en el primer semestre de 1986. Sin embargo, don Agustín Sosa, atendiendo una solicitud de la señora Magdalena Berroterán de Padrón, le describió las características fisonómicas del personaje al dibujante y pintor altagraciano Juan Hernández Chiliberti, quien, en una especie de retrato hablado, lo captó artísticamente con la técnica del boceto en sepia sobre tela, a mediados de 1986. Este trabajo no satisfizo la expectativa de la señora Magdalena cuando lo vio de frente; pero sintió una agradable sorpresa al observarlo instintivamente y a trasluz por la parte posterior, pues apreció la extraordinaria coincidencia del boceto con los rasgos aportados por el señor Sosa, que era la imagen por ella idealizada; no obstante, su insatisfacción continuaba, por lo que decidió encargarle la hechura de un nuevo cuadro al pintor orituqueño Joaquín Hernández Reverón, quien, de acuerdo con los mismos datos suministrados por don Agustín, hizo primeramente un retrato al creyón en el segundo semestre de 1986 y luego un cuadro al óleo sobre tela, de 40 X 50 centímetros, que ahora está en posesión de la señora Magdalena.
El boceto pintado por Juan Hernández Chiliberti fue conocido por pocas personas, entre las cuales está el autor de estas notas; ese trabajo está extraviado, lamentablemente; estuvo expuesto varios días a la vista del público en el taller del pintor. Por el contrario, el retrato hecho por Joaquín Hernández Reverón es suficientemente conocido en Orituco y otros lugares venezolanos; él lo ha reproducido en varias ocasiones para satisfacer encargos de creyentes; esa es la imagen clásica que trascendió en el culto a Rosendo Mendoza.
3-6.- El sitio de la sepultura
Pocas personas sabían la ubicación exacta de la tumba de Rosendo Mendoza en el Cementerio de San Rafael de Orituco, la cual estuvo muchos años abandonada en el transcurso del siglo XX. No obstante, en la última década de esa centuria, le hicieron un trabajo modernizador que incluyó una lápida identificadora, colocada como recuerdo del doctor César Ramírez y familia, en agradecimiento por beneficio recibido. En esta lápida quedó impreso el mes de marzo de 1920 como la data de muerte de aquel místico personaje, la cual, sin dudas, fue deducida de datos aportados por don Agustín Sosa, quien nació en 1900 y tenía veinte años de edad cuando vivió el caso de Rosendo Mendoza(1). Sin embargo, don Leopoldo Olivares, un orituqueño versado en crónicas de San Rafael, afirmó en 1986 que esa muerte ocurrió en 1918, cuando la gripe española, según se lo contó su mamá, pero aclaró que aquel difunto no había sido una víctima de esa pandemia, sino de una diarrea muy severa que lo deshidrató(2).
Es oportuno decir que el acta de defunción de Rosendo Mendoza es interesante para confirmar datos acerca de su muerte; este documento no fue posible localizarlo mediante consultas efectuadas por el escritor de este trabajo, el miércoles 13 y jueves 14 de abril de 2011, en los libros de Registro de Defunciones llevados por la Jefatura Civil del Municipio San Rafael de Orituco del Estado Guárico, correspondientes al lapso comprendido del año 1910 al 1930, con excepción del año 1916 porque el libro estaba extraviado. Es factible suponer que la defunción de Rosendo Mendoza no fue registrada en la mencionada jefatura civil, de acuerdo con lo que indica el buen estado de conservación de esos libros de registro. Tampoco pudo ser conseguida alguna noticia sobre ese deceso en el archivo de la iglesia parroquial de San Rafael de Orituco, en visita efectuada el jueves 14 de abril de 2011; allí no existen libros del siglo XX que correspondan al registro de entierros efectuados antes del año 1945.
3-7.- La fiesta de cumpleaños
La señora Magdalena Berroterán de Padrón le comentó al autor de estos apuntes, durante la conversación citada en el numeral 3-2 de este trabajo, que Rosendo Mendoza le hizo una especie de “observación” esa noche del 28 de diciembre de 1986, cuando le dijo que ella celebraba su cumpleaños, pero no el de él. La señora Magdalena concluyó que Rosendo Mendoza le estaba revelando el día de su nacimiento, por lo que decidió celebrárselo anualmente desde entonces, para lo cual cuenta con la colaboración de muchos devotos, entre los cuales están agricultores, ganaderos, comerciantes, transportistas, profesionales, etcétera. Esta festividad comienza con una misa en homenaje al ánima de Rosendo Mendoza, celebrada en la iglesia parroquial de San Rafael de Orituco, seguida de una peregrinación hasta el sitio del ánima, donde es realizada la fiesta popular, que se caracteriza por la abundancia de comidas, bebidas y música llanera y de otros géneros, con la participación de muchos folcloristas y la asistencia de numerosos creyentes de Orituco y otros lugares de Venezuela, quienes disfrutan la celebración desde la mañana hasta el anochecer. Algunos intérpretes aprovechan el momento para cantarle sus composiciones al Ánima del Taguapire y diversos devotos hacen lo propio para ratificarle su veneración.
Es conveniente decir que la señora Magdalena Berroterán de Padrón es católica practicante y asumió por convicción el rol de custodia principal del Ánima del Taguapire, gracias a lo cual ha insistido con tenacidad en crear una organización para velar por este culto, lo que no ha sido posible a pesar de su insistencia.
3-8.- Una sesión especial
El culto a Rosendo Mendoza (Ánima del Taguapire) ha recibido diversos reconocimientos, entre los cuales están los concedidos por el licenciado Vicente Reyes a nombre de la organización Tiuna de Oro, en el Círculo Militar de Maracay, el 5 de noviembre de 2005 y el 29 de noviembre de 2008 por los favores concedidos; además, el otorgado por el Concejo del Municipio José TadeoMonagas del Estado Guárico, presidido por el ciudadano Úrsulo Miguel Castro Romero, que decidió “…enaltecer a Rosendo Mendoza ‘ÁNIMA DE TAGUAPIRE’ como Patrimonio de Creencia Popular del Municipio José Tadeo Monagas del Estado Guárico”, según el Acuerdo Nº 09-2011, de fecha 26 de marzo de 2011, publicado en la Gaceta Municipal número 25-2011, extraordinario, de igual data. Este enaltecimiento tuvo la aquiescencia de los siete ediles integrantes de la cámara municipal monaguense: Úrsulo Castro, José Bravo, Lizbeth Aponte, José Medina, Lenin Manuitt, María Aída Manuitt y Dulce Meza; fue aprobado en sesión especial realizada en horas de la mañana de ese mismo día, en el sitio donde está ubicada la capilla del Ánima del Taguapire. Antes de esta reunión edilicia fue celebrada una misa en homenaje a Rosendo Mendoza, por el padre Favio Chaparro Sely, en la iglesia parroquial de San Rafael de Orituco, la cual estuvo muy concurrida; inmediatamente después hubo una caravana de fieles en automóviles hasta el sitio del ánima, con el propósito de presenciar la sesión edilicia y aprovechar la oportunidad para reafirmar la devoción por el alma del homenajeado.
3-9.- Un soneto
Don Salvador Ochoa es un orituqueño nativo de San Rafael apegado a las querencias de su terruño. Es autor del poemario Riberas del Orituco, editado por el Instituto Nacional de Cooperación Educativa (Caracas, 1996), en el cual fue incluido un soneto titulado Ánima del Taguapire, escrito en febrero de 1974 y cuyos versos son:
I
“Ánima del Taguapire, de don Rosendo Mendoza,
tienes poderes benditos que te venera el viajero;
cuando va rumbo al camino, te deja sobre una losa
una velita encendida que ilumine su sendero.
II
Con la señal del cristiano y un Padre Nuestro quiero
honrarte en este poema por ser buena y bondadosa.
Arrodillarme a tu cruz, si hubiese sido el primero,
como ofrendarte en un ramo los botones de una rosa.
III
El amigo Agustín Sosa me habló algo de tu historia.
Desde entonces, tuve idea inquietante en mi memoria
de cantar para ti, con triste melancolía.
IV
Eras aún jovenzuelo y de cólera afectado.
Te traían hacia Altagracia para que fueses tratado
y en el camino, a la sombra de un taguapire, morías.”
Este soneto puede apreciarse como una expresión del culto al espíritu de Rosendo Mendoza; debe entenderse, en este caso, que es secundario el hecho de haber sido escrito sin acatar estrictas normas de composición exigidas por especialista de la poesía. La ocasión es apropiada para repetir, con carácter aclaratorio, que Rosendo Mendoza era “viejo” cuando lo conoció don Agustín Sosa.
Conclusión
Es factible inferir que la adoración al Ánima de Taguapire es una expresión de sincretismo cultural, en el que se “combinan” elementos religiosos y profanos; claramente definida y en proceso de expansión, gracias a la tenacidad de sus cultores(as) y a la tolerancia eclesiástica y de otros cultos practicados en localidades de Orituco. Es una de las tantas manifestaciones autóctonas que caracterizan la diversidad cultural orituqueña, cuyo derecho a practicarla está garantizado por el artículo 59 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, vigente desde 1999, el cual expresa lo siguiente:
“El Estado garantizará la libertad de religión y de culto. Toda persona tiene derecho a profesar su fe religiosa y cultos y a manifestar sus creencias en privado o en público, mediante la enseñanza u otras prácticas, siempre que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres y al orden público. Se garantiza así mismo, la independencia y la autonomía de las iglesias y confesiones religiosas, sin más limitaciones que las derivadas de esta Constitución y la ley. El padre y la madre tienen derecho a que sus hijos o hijas reciban la educación religiosa que esté de acuerdo con sus convicciones.
Nadie podrá invocar creencias o disciplinas religiosas para eludir el cumplimiento de la ley ni para impedir a otro u otra el ejercicio de sus derechos”.
La creencia en el poder divino del alma de Rosendo Mendoza es consecuencia del fervor popular, de la fe arraigada en la consciencia de los devotos, quienes expresan su devoción al rendirle culto mediante una manifestación impregnada de mucha espiritualidad, que, por muy modesta que sea como lo es el encenderle una vela pequeña, se agiganta en la medida en que esa fe individual se multiplica en la fe colectiva. Es un ejemplo de lo que significa el poderío de la creencia popular.
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(1)Don Agustín Sosa falleció en Taguay, estado Aragua, el 12 de agosto de 1998, a los noventa y ocho años de edad, cuando aún conservaba una admirable lucidez.
(2) El señor Leopoldo Olivares murió en Altagracia de Orituco, el 28 de enero de 2003, cuando tenía ochenta y cuatro años de edad.
APÉNDICES

Don Agustín Sosa (1900-1998). Auxilió a Rosendo Mendoza y fue el primero en invocarlo como Ánima del Taguapire. Foto: Ramón Alberto “Beto” Mirabal Zapata, 1990.

Rosendo Mendoza (Ánima del Taguapire). Autor: Joaquín Hernández Reverón, año 1986.
Capilla del Ánima del Taguapire. Vía San Rafael de Orituco-Taguay-San Juan de los Morros. Foto: C.L.G., viernes 22 de agosto de 2008.

Interior de la capilla del Ánima de Taguapire.
Foto: C.L.G., viernes 22 de agosto de 2008

Tumba de Rosendo Mendoza (Ánima del Taguapire). Cementerio General de San Rafael de Orituco. Foto: C.L.G., viernes 22 de agosto de 2008.

Sra. Magdalena Berroterán de Padrón. Cultora del Ánima del Taguapire. Foto: C.L.G., viernes 22 de agosto de 2008.

ANIMA DEL TAGUAPIRE EN ORITUCO*


Carlos A. López Garcés
Cronista de Altagracia de Orituco
1.- Una vivencia juvenil
El río Guayas es límite entre los distritos Monagas y Urdaneta de los estados Guárico y Aragua, respectivamente. A la orilla de él, en territorio guariqueño y a un lado de la carretera que comunica de San Rafael de Orituco a Taguay, tiene vivienda don Agustín Sosa, a quien puede identificarse brevemente así: hombre humilde; ochentiséis años de edad (según confesión propia, aunque su hijo Ramón expone razones para concluir que deben de ser ochentidós u ochentitrés); aspecto fuerte; estatura mediana; cabeza pequeña; cabellos canosos; cutis tostado por el sol a pesar del uso frecuente de sombrero; ojos pequeños; bigote blanco, escaso y bien recortado; cauteloso; lleno de experiencias valiosas; conversador bueno y animado; jinete excelente y caminador de gran resistencia; padre y abuelo varias veces; trabajador de largas jornadas, honesto siempre y activo actualmente; agricultor y criador básicamente; creyente convencido, poseedor de fe infinita y de intuición excepcional; curandero acertador y ensalmista eficiente por empeños de otros; hospitalario; amigo de mucha gente hasta más allá de donde alcanza la imaginación… y tuvo la oportunidad de conocer y auxiliar al Anima del Taguapire, “personificada” en Rosendo Mendoza. El mismo señor Sosa contó emocionado el caso conocido por pocas personas. Esa es para él una vivencia juvenil inolvidable(1).
Don Agustín Sosa (1900-1998). Auxilió a Rosendo Mendoza y fue el primero en invocarlo como Ánima del Taguapire. Foto: Ramón Alberto “Beto” Mirabal Zapata, 1990.

2.- Un enfermo desconocido
De acuerdo con el dato impreciso de la edad del relatador, uno de los años comprendidos desde 1920 hasta 1924 transcurría también con apacibilidad aparente. El general Juan Vicente Gómez era el mandamás de Venezuela. Los quehaceres domésticos se cumplían rutinariamente con pocas variaciones. El período de sequía se había establecido con su inclemencia característica. Don Agustín tenía veinte años de existencia; vivía entonces en Las Guabinas (caserío del distrito Monagas, estado Guárico) cuando a las seis de la tarde, aproximadamente, de un día que el narrador no recuerda ahora con exactitud, a su casa se presentó un hombre desconocido para él; andaba a pie; era viejo, de figura muy delgada, estatura baja, piel oscura (“negro”), cabello ensortijado, etcétera; llegó con unos trapitos enrollados debajo del brazo. Era Rosendo Mendoza, quien residía en las montañas de El Criollo (sitio donde convergen los estados Aragua, Miranda y Guárico); de allí había salido muy afectado por una diarrea sintomática del llamado colerín. Rosendo Mendoza debió de confesar su nombre y procedencia a don Agustín, quien reveló así mismo esa información, confiado acaso de la honestidad de aquél.
El caminante insistía en seguir a pie; sin embargo, el señor Sosa lo convenció para que pernoctara en su casa esa noche, ante la peligrosidad del camino por la abundancia de tigres en la zona. Don Agustín decidió llevarlo hasta el hospital San Antonio de Altagracia de Orituco. Antes informó su decisión a don Juan Agustín Freites, a la sazón Comisario de El Pegón, lugar vecino a Las Guabinas; le solicitó que lo acompañara a trasladar al enfermo para evitarse complicaciones judiciales, pues preveía un desenlace fatal. Aquella autoridad acató la petición.
El paciente había empeorado al amanecer del día siguiente. Se alistaban para partir muy temprano, oscuro aún, con agua suficiente para todos. Aperaban los burros cuando supieron que Rosendo Mendoza no era jinete y se negaba a cabalgar en esos animales por temor a caerse (hecho extraño en un hombre de esa época, ¿o el temor lo motivaba la debilidad que sentía?). Don Agustín le pedía que se montara para viajar más cómodos, pero aquél se negaba porfiadamente, hasta que se convenció de lo razonable del pedimento.
Iniciaron la marcha cuando amaneció. Hicieron funcionar todas sus voluntades. Iban conscientes de la gravedad del caso. Eran las dos de la tarde, quizás. Habían andado más de ocho horas. Faltaban aproximadamente dos kilómetros y medio para llegar a San Rafael de Orituco cuando Rosendo Mendoza se agravó más; tanto que no pudo continuar. Pedía agua; ésta se les había agotado. Por esta razón los acompañantes decidieron acampar a la sombra de un taguapire, que era la única más cerca que encontraron en aquella vía desolada. Don Agustín Sosa resolvió inmediatamente buscar ayuda en San Rafael de Orituco. Juan Agustín Freites se quedó con el enfermo.
Natividad Arocha dio el auxilio demandado por don Agustín; juntos se encaminaron al sitio donde estaba Rosendo Mendoza. Este había fallecido cuando aquéllos llegaron. Al muerto lo prepararon y trasladaron al cementerio de San Rafael de Orituco. Allí lo velaron. Al día siguiente lo enterraron.
3.- Una reseña respetable
Don Leopoldo Olivares aseguró que todo ese asunto sucedió en 1918. Este fue el año de la gripe española; sin embargo, aclaró que éste no fue el mal conque murió Rosendo Mendoza. El informador conoció estos pormenores porque así se los comunicó su madre. El es habitante de San Rafael de Orituco; tiene sesentiocho años de edad; nació justamente en 1918. Su reseña es respetable, pues es investigador preocupado de crónicas orituqueñas. Se empeñó en buscar el acta de defunción de Rosendo Mendoza en el archivo de la Prefectura de San Rafael de Orituco, pero no la consiguió, lamentablemente; aún así su inquietud por el caso no cesa(2).
La fecha de aquel fallecimiento no ha sido esclarecida ni por testigos presenciales siquiera. La duda continúa. Sí se sabe que fue de tarde, porque “el sol se había cambiado hacia el poniente”.
4.- Un espacio para la devoción
La milagrosidad del “ánima” de Rosendo Mendoza comenzó y se difundió pronto. En el lugar donde falleció aquel paciente, bajo la sombra de un taguapire, colocaron una cruz pequeña de madera. Un montón de piedras de escasas dimensiones aumentaba lentamente; representaba la sumisión y reverencia de los creyentes, los cuales depositaban sus limosnas en un perolito puesto allí con esa finalidad. Así le manifestaban además el agradecimiento por los servicios realizados a un “ánima” que tuvo nombre antes de demostrar su “capacidad milagrosa”. Se le llamóAnima del Taguapire y tuvo celador desde el principio. Natividad Arocha fue el primer encargado de atender bien el sitio donde seres devotos asistían a pagar sus deudas a esa “ánima”; algunas personas lo mencionan como el “fundador” de ella.
Las dádivas eran generalmente monedas de poca cuantía (de acuerdo con la posibilidad económica de cada devoto), como acostumbraban expresar la gratitud a las “ánimas de los caminos”.
5.- El primer milagro
No ha sido posible aclarar cuando comenzaron los “milagros” de Rosendo Mendoza. No obstante, don Agustín Sosa explicó: eso fue al poco tiempo de morir aquél. El recordó que a los ocho días de ese suceso, por culpa de un perro majadero y muy ladrador, se soltó un burro suyo, el cual había amarrado en el patio de su casa, en Las Guabinas. La Tierra reseca le permitía seguir las huellas del animal ese mismo día. El seguimiento se facilitaba porque el asno había huido con un mecate largo atado al cuello, cuyo rastro estaba en el suelo polvoriento. Don Agustín llegó al Paso del Memo, en el sitio denominado Tuira, aproximadamente a catorce kilómetros de Las Guabinas. Allí divisó al burro reunido con un ganado ajeno. Los animales, sorprendidos, se internaron en la montaña. El rastreador, angustiado, temía la pérdida del suyo, que podía alejarse en dirección al oeste, hacia las montañas de El Chaparral, mucho más distante de donde estaba y de su residencia. El señor Sosa se quitó el sombrero en ese momento, se arrodilló completo y, con mucha fe, dijo en voz alta mirando al cielo: ¡Ánima del Taguapire, haz que mi burro aparezca! Don Agustín vio enseguida que el asno venía moviendo mucho las orejas, como lo hacen cuando buscan orientación. El peticionario, reconfortado, se quedó esperando; estuvo parado, estático, hasta cuando pudo agarrar fácilmente al burro con la mano. Después se supo que Rosendo Mendoza era “milagroso” y que su “ánima” tenía nombre: es el Ánima del Taguapire. Así la invocó don Agustín Sosa para pedirle la ayuda antes relatada. El señor Sosa se interesó posteriormente en encontrar algún familiar de Rosendo Mendoza; jamás lo logró.
6.- Dos testimonios interesantes
Juan Domingo Ledezma, un vecino setentón de San Rafael de Orituco, recordó recientemente: cierta vez, cuando venía solo de su conuco, miró a un hombrecito (después supo que era Rosendo Mendoza) que lo llamaba desesperadamente pidiéndole agua. Atendió al llamado; se convenció que era una persona diarreica quien lo requería. No pudo satisfacer el pedimento porque la de él se había agotado. Buscó por allí cerca, pero no halló. Así se lo informó al enfermo y se lamentó ante Dios por no auxiliarlo como merecía. El sediento respondió resignado que tal vez eso le convendría. Juan Domingo se enteró luego que el hombrecito murió ese día.
Doña Ernesta de Barrios, doña Leticia Betancourt (hoy fallecida) y su hija doña Asunción de Urbina (tiene actualmente ochentiocho años de edad) presenciaron igualmente aquel acontecimiento. Ellas buscaban una vaca andariega cuando encontraron al hombre moribundo; resolvieron ayudarlo; tuvieron tiempo para llevarle atol y agua, pero el enfermo alcanzó apenas a beber de lo segundo.
7.- Un oratorio remodelado
El árbol donde acampó Rosendo Mendoza desapareció. En ese sitio fabricaron una capilla pequeña; ahora la han reformado y ampliado; el 24 de julio retropróximo la inauguraron con actos religiosos, que incluyeron una peregrinación desde San Rafael de Orituco hasta ese oratorio recién remodelado. Este templo está ubicado aproximadamente a dos kilómetros y medio de San Rafael de Orituco, a un lado de la segunda curva de la carretera que conduce de ese pueblo a Taguay (vía San Juan de los Morros), conocida como la Curva del Anima del Taguapire. Personas devotas acuden allí a cumplir sus promesas. Llama la atención que la tumba de este difunto sólo la visitan ocasionalmente algunos seres piadosos; ahora está abandonada.
8.- Dos ánimas y un mismo nombre
Algunos confunden el “ánima” de Rosendo Mendoza con la de Francisca Duarte, pues ambas se llaman Anima del Taguapire. El primero tiene templo en Orituco, como quedó dicho; la segunda lo tiene en la vecindad de Santa María de Ipire. Nadie sabe exactamente quien fue Rosendo Mendoza. Próspero Infante contó poéticamente la vida de Pancha Duarte; a ella también le cantó José Antonio De Armas Chitty(3); y hasta una oración le han escrito, a diferencia del otro que no la tiene todavía, aunque hay quienes piensan redactarla.
Don Nicolás Olivares habló de la desinformación existente acerca de la identidad del Anima del Taguapire. Para él (al igual que para muchos) era Pancha Duarte; así lo creyó por largo tiempo, máxime cuando obtuvo la confirmación de un “médium”, según confesó. Don Nicolás es hermano de Leopoldo, antes mencionado; tiene sesentiseis años de edad; es nativo de San Rafael de Orituco donde reside; cronista preciso; conversador y escritor de palabra fácil, coherente y agradable; es uno de los recursos intelectuales del Orituco.
9.- Una creencia reciente
Las circunstancias dramáticas que caracterizaron la enfermedad, agonía y muerte de aquel hombre, desconocido y misterioso, influyeron quizás en el proceso de veneración popular del Ánima del Taguapire. El culto al “espíritu” de Rosendo Mendoza se ha incrementado en los últimos años. Muchas personas promueven actualmente esta adoración. Es un ejemplo de milagrería popularizada; sin intervención del Vaticano; sin juicios santificadores previos; pero fundamentada en la fe de los cultores, los cuales acuden a ella ante algún problema de difícil solución.
Hay una verdad entre todas las dudas que puedan surgir: la milagrosidad del Ánima del Taguapire es una creencia tradicional del Orituco de reciente formación.
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* Este trabajo fue publicado por primera vez en el Dario La Prensa, año II, Nº 748, San Juan de los Morros, sábado 16 de agosto de 1986, p. 7.
(1) Don Agustín Sosa falleció en Taguay, estado Aragua, el 12 de agosto de 1998, a los noventa y ocho años de edad, cuando aún conservaba una admirable lucidez.
(2) El señor Leopoldo Olivares murió en Altagracia de Orituco, el 28 de enero de 2003, cuando tenía ochenta y cuatro años de edad.
(3) Al momento de publicar este trabajo en 1986, el señor Salvador Ochoa, nativo de San Rafael de Orituco, ya había escrito un soneto titulado Ánima del Taguapire en febrero de 1974, el cual estuvo inédito hasta 1996, cuando fue publicado en el poemario Riberas del Orituco del mismo autor.